01 mayo 2008

Las Cruces de los Artistas

por Lila Pagola

El valor de los intercambios - los cruces, en el arte pueden compararse figuradamente con el que la biología nos recuerda en su ámbito: evitar la endogamia, que es el principio de la muerte de una especie.

El arte contemporáneo se parece cada vez más a una especie en extinción, víctima de su endogamia. Repetidamente nos referimos en nuestros encuentros con grupos pequeños y recurrentes de personas que “somos siempre los mismos” en “los mismos espacios” o como única novedad se van dando de baja los de más de 35-40 (según el premio/concurso/beca del que se trate), e ingresan los de 20, con su repertorio de amigos y familiares renovado, como único conjuro para evitar la “degeneración biológica”.
Y en cada generación nos preguntamos: ¿será que a nadie le interesa el arte? ¿será que la gente está alienada por los medios y no logra identificar lo “realmente bueno”? ¿será que desde Córdoba siempre miran hacia afuera y nunca se apoya la producción local?

En general, los artistas siempre quedamos en alguna tranquilizadora combinación de alguna de esas respuestas, que nos ubica ciertamente, como sus víctimas; y por extensión como los “héroes” que hacemos patria al seguir sosteniendo nuestra producción, o un espacio independiente, o hasta incluso una clase de arte con 5 alumnos.

Cruzarse es intercambiar mundos: ideas, acciones, proyectos, relaciones con el afuera del arte, funciones sociales, dinámicas de producción, de gestión, colaboración. Los modos de hacer del otro-artista nos sirven sobre todo, para comparar pensando en nosotros y entonces repensar nuestras decisiones y sus efectos. Habilita una salida del lugar de héroe romántico o víctima de la “ignorancia social”, hacia el de un agente social que tiene que dialogar. Aún cuando no nos entendamos en nada y ningún aspecto de aquel mundo del otro-artista nos resulte “mejor” al propio, el intercambio desnaturaliza nuestra posición endogámica y monologal. Nos corre del lugar central, nos ubica en un mapa donde puede haber muchos iguales que nosotros -otro golpe contemporáneo a nuestra originalidad, preguntándose las mismas cosas -aunque respondiéndose de modos diversos- y de quienes podemos aprender y eventualmente, potenciar nuestras respuestas.

El cruce también renueva las relaciones, introduciendo la mirada nueva de aquel que es ajeno a nuestro pequeño mundo de referencia: es distinta de la mirada joven, porque no es una mirada en adoctrinamiento, sino una mirada con experiencia, pero desvinculada de compromisos e influencias “locales”.
El pensamiento – artístico o de cualquier área- necesita, para tener valor e incidir en su contexto, poder manifestarse por encima de las relaciones personales que influencian, condicionan, negocian entre aquello que percibimos, intuimos y lo que finalmente decimos, discutimos o hacemos. Las relaciones humanas son la base que nos mueve a comunicarnos, pero también son las que complejizan o entorpecen los intercambios de ideas cuando no habilitan la disidencia. El otro-artista, que pasa por nuestro lugar, suele ser el vehículo perfecto para canalizar nuestros mensajes e ideas de manera indirecta. Le contamos a ese otro, especialmente cuando es una celebridad desde nuestra mirada, percepciones que a nuestros pares ya no nos interesa comentarles. Su presencia nos moviliza para hablar y reflexionar -con deseo renovado- de nosotros mismos.

Las estrategias de cruce, son fundamentalmente, vitalizadoras. Son formas de salir del refugio y en la medida que no se practiquen mitificando al que viene, son formas de construir espacios de diálogo de dinámica arriesgada e incierta; porque si el otro-artista no es un “personaje” legitimado -y caricaturizado por ende, sino una persona real con todas sus contradicciones, no hay garantías sobre el resultado, básicamente porque no nos relacionamos con él como un padre o un terapeuta: las respuestas, si las hay, no están sino en nosotros mismos.
Casa13 ha practicado algunas de ellas en los últimos años, con distintos “resultados” (frente a los previstos) pero en todos los casos, con balance positivo en cuanto a la dinamización de acciones e ideas posteriores: gente que se conoce y hace otras cosas en conjunto, nuevos proyectos locales surgidos de comentarios o experiencias del otro-artista y también, experiencia adquirida sobre lo que no funciona… e incipientes mecanismos de auto-legitimación, que también deberemos aprender a gestionar. Porque en los cruces, como en todos nuestros actos, también construimos sentido: hacemos existir a otro, y a nosotros mismos: uno de los resultados a evitar sería el simple tráfico de “líneas de curriculum”.
Otro riesgo a evitar es el efecto amnesia característico de nuestra sociedad y del cual el arte no es la excepción: muchos proyectos se han ocupado de dinamizar intercambios, en vista a vitalizar el escenario (el proyecto Trama es un ejemplo reciente). Se ha producido documentación, se han habilitado nuevos canales de circulación y legitimación de artistas, especialmente beneficiosos para los artistas del “interior”. Sería interesante que alguna vez retomemos esos caminos abiertos por otros, y no nos encontremos discutiendo las mismas cosas con cada renovación de artistas.

Más allá de las iniciativas de intercambio, se desprende que nos sigue faltando a los artistas, aún intercambiando personas, ideas, proyectos, saltar a la etapa siguiente que -a mi modo de ver, es el motor primero de los cruces: comunicarnos con el otro real, el que está por fuera del mundo del arte.
Ese el cruce que algunos artistas buscan, auto-desplazados ya de su confortable lugar de héroes de la cultura, habiendo descubierto que la producción artística tiene muchos modos, muchos nombres, muchas estrategias. Que en cualquier caso, las herramientas que la tradición nos ha regalado bajo la forma de institución-arte no son sino un recurso comunicativo incomparable, si evitamos que su estructura desactive nuestros mensajes o los ponga en neta contradicción con los efectos comunicativos que queríamos lograr.

Nada fácil. Pero para eso podemos contar con los otros, locales y extranjeros, que nos recuerden críticamente, lo que enunciábamos en nuestras siempre astutas, políticas, o éticas intenciones y lo que finalmente hemos logrado generar en el otro, real.
Parece imprescindible entonces, ponerse a pensar, hacer y volver a pensar, pero esta última vez, con los demás.

Lila Pagola
Abril 2008

Nota: agradezco a los otros que me ayudan a pensar a mí: Luis, Carina, Pablo, Vero y tantos otros que quizá ni saben, pero así funciona :)

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