01 mayo 2008

Pfssss…

por Andrea Ruíz

El reconocimiento entendido como valor deseado, deseo que me deseen, moviliza a los seres humanos a realizar ciertas acciones para satisfacerlo y en ello se desarrolla una lucha entre sujetos por realizar el propio deseo, en este caso de reconocimiento, pero además es una condición para constitución de sociedad, bajo el reconocimiento yo-vos tiene posibilidades la asociación y la solidaridad; hay lucha y hay posibilidades solidarias si se plantean estrategias o bien si se respetan ciertas reglas comunicativas. El deseo que otro me reconozca e incluso se reconozca en mí supone que él identifica ciertas señales mínimas que conoce y en dirección contraria yo al menos parto de la convicción de que él posee este conocimiento previo. Sino en extremo, más allá del malentendido o la ‘libre’ interpretación, mi voz no suena y resuena, y sobreviene aún invisibilidad.
Porqué un artista muestra lo que hace? Habría varias respuestas pero concentrándonos en el punto que estoy tocando, diría expone un deseo de que alguien lo reconozca y tal vez le sea solidario. Luis F. Benedit recordaba en el 2000 un relato dónde se planteaba la diferencia entre un artista y alguien que no lo es: cuando un pintor “…terminaba un cuadro llamaba a su mujer y le decía: ‘Che María, mirá lo que hice’ (mientras que) un plomero terminaba de soldar y no le decía nada a la suya, pero los dos trabajaban igual”. Creo yo, que aquí hay una simplificación que no indaga razones y condiciones, de manera que no hace justicia especialmente con el plomero. Pero sí parece ser que en el caso de los artistas, este deseo de reconocimiento llega a exacerbarse al punto de limitar y reglar su comportamiento comunicativo social así como intervenir de manera decisiva en la propia práctica artística y la configuración de sus obras haciendo a uno y a otros funcionales a tal destino. La vanidad sería una condición necesaria para la práctica y la exposición artística pero desbocada llega a ocluir su propio origen, es tal lo incontenible del deseo de que alguien me-se vea en la obra que la misma se vuelve complaciente a los propios reclamos del espectador y hasta conduce a una alienación del artista. El solipsismo será la contracara extrema?

Sin embargo todo es tan complejo Por ejemplo, que esa complacencia, puede errar cuando supone cuáles son los deseos del otro, cuáles las señales que el espectador conoce.
Implícitamente o no la obra va en busca de un espectador ideal, quien quiero que me-se reconozca? Un conocedor medio de los lenguajes y temas del arte contemporáneo (otros artistas, críticos, curadores, etc)? Un conocedor empírico de los lenguajes publicitarios y políticos aplicados en la cartelería callejera? La pretensión de comunicabilidad con ‘el pueblo’ peca de ingenuidad o autoritarismo. Por un lado, qué es el ‘pueblo’?, por otro lado puede definirse una identidad única, de manera externa, del llamado ‘ciudadano común’? es el lenguaje y las imágenes de cómic o la historieta uno popular (un ‘Macanudo’ del genial Liniers sale más de $30 y está lleno de guiños hacia artistas, filósofos… o debería decir de estudiantes universitarios)?
Entonces éste deseo de reconocimiento y las expectativas de éxito no son expresadas sólo en las acciones de circulación (en las que se involucran una dramaturgia, una actitud y un conocimiento de las reglas del mundo del arte) sino que se presentan insitas en la obra y en la elección, como sea más o menos condicionada, del contexto de exposición (un espacio específico para el arte, alternativo o no, o ‘la calle’).
Existen ciertas fórmulas, digamos tipo de configuración de obras y contexto en las que se presentan, de acuerdo a las intenciones o pretensiones de comunicabilidad o de hermetismo, éste último si es bienintencionado buscando ser el pozo donde un otro, espectador o partner solidario, desbarrancará o se verá impelido a llenar. Pero la fórmula no asegura el éxito de una u otra intención, en todo caso si quien la propone ha aprendido bien los elementos y la gramática correspondiente a lo sumo puede asegurarse preventivamente el reconocimiento de la fórmula. Pues bien todavía parece ser que en el arte es insuficiente haberse aprendido bien la lección, pero vamos! en cualquier acto intencionado hacia otro en el que interviene el lenguaje, cualquiera sea, no alcanza con saberse el verbo o los mecanismos que lo han roto para que se produzca un encuentro comunicativo o erótico.

Qué tiene que ver este texto con la exposición del Cruce Rosario.Córdoba? Bueno, toda obra de arte y toda exposición habla del arte en sí mismo, mientras que, además, algunas de las obras expuestas en esta ocasión lo hacen más directamente desde la ironía o el chiste que parodia viejas formas artísticas al ponerlas en contacto con imágenes chabacanas o residuales del kitsch, este humor siempre es saludable porque hace más humanamente terrenal a aquellos grandes sueños aunque podría decir que por otro lado esconde cándidamente una incomprensión o una incapacidad de soñar a tal altura, dificultad expuesta franca y despasionadamente en unas 20 o 30 ideas abolladas sobre la mesa. Es que hace tiempo que las únicas voces grandilocuentes, las de las utopías ya sabemos…no… pfss, son las de la realidad de las bombas y el hambre y la de la ficción aplastantemente real del capital. Un arte lacio que camina por las calles de aquí o allá blandiendo gestos mínimos de post-renuncia, nostálgico de la infancia perdida, la privada y la social, se encuentra con los parientes lejanos con quienes al menos ejercitará un mínimo reconocimiento fisonómico y hasta un diálogo y con suerte un acto solidario.
Qué mas da? Qué mas queda? A quién se le ocurre pensar todavía que es condición humana el arriesgarlo todo, es decir la propia supervivencia o la visibilidad, detrás de un deseo o un sueño?


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